martes, 10 de noviembre de 2009

Juan Salvador Gaviota. Fragmento.

AMANECÍA Y EL NUEVO SOL PINTABA de oro las ondas de un mar tranquilo. Un pesquero chapoteaba a un kilómetro de la costa cuando, de pronto, rasgó el aire la voz llamando a la bandada de la comida y una multitud de mil gaviotas se aglomeró para regatear y luchar por cada pizca de comida. Comenzaba otro día de ajetreo.

Pero alejado y solitario, más allá de barcas y playas, está practicando Juan Salvador Gaviota. A treinta metros de altura, bajó sus pies palmeados, alzó su pico, y se esforzó por mantener en sus alas esa dolorosa y difícil posición requerida para lograr un vuelo pausado. Aminoró su velocidad hasta que el viento no fue mas que un susurro en su cara, hasta que el océano parecío detenerse allá abajo. Entornó los ojos en feroz concentración, contuvo el aliento, forzó aquella torsión un... sólo... centímetro... más... Encrespáronse sus plumas, se atasco y cayó.

Las gaviotas, como es bien sabido, nunca se atascan, nunca se detienen. Detenerse en medio del vuelo es para ellas vergüenza, y es deshonor.

Pero Juan Salvador Gaviota, sin avergonzarse, y al extender otra vez sus alas en aquella temblorosa y ardua torsión -parando, parando, y atascándose de nuevo-, no era un pájaro cualquiera.

La mayoría de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normas de vuelo más elementales: como ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar.

Este modo de pensar, descubrió, no es la manera con que uno se hace popular entre los demás pájaros. Hasta sus padres se desilusionaron al ver a Juan pasarse días enteros, solo, haciendo cientos de planeos a baja altura, experimentando.

No comprendía por qué, por ejemplo, cuando volaba sobre el agua a alturas inferiores a la mitad de la envergadura de sus alas, podía quedarse en el aire más tiempo, con menos esfuerzo; y sus planeos no terminaban con el normal chapuzón al tocar sus patas en el mar, sino que dejaba tras de sí una estela plana y larga al rozar la superficie con sus patas plegadas en aerodinámico gesto contra su cuerpo. Pero fue al empezar sus aterrizajes de patas recogidas -que luego revisaba paso a paso sobre la playa- que sus padres se desanimaron aún más.

-¿Por qué, Juan, por qué? -preguntaba su madre-. ¿Por qué te resulta tan difícil ser como el resto de la bandada, Juan? ¿Por qué no dejas los vuelos rasantes a los pelícanos y a los albatros? ¿Por qué no comes? ¡Hijo, ya noeres más que hueso y plumas! 

Primera parte e impresionante fracción de la fábula en forma de novela escrita por Richard Bach, sin duda alguna, excelente elección para aquellos lectores que se inician.
Obviamente es también una cordial invitación para quienes aún no la han leído, a deleitarse con ella, y meterse de lleno en la trama; una gaviota aprendiendo de la vida y el volar, teniendo siempre en primer lugar el autoperfeccionamiento y el sacrificio.
Este es uno de los libros que más me ha cautivado, y lo he leído más de dos veces, aprendiendo y entendiendo algo nuevo en cada lectura, porque aunque parezca simple, abarca más alla de los objetivos y las metas, no es simplemente la historia de una gaviota empecinada en volar mejor. Estira sus alas, hasta poder tocar la cima de la perfección del vuelo, poder superarse a sí mismo y trascender, a un nivel, aun mucho más elevado de lo que jamás imaginó.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Una noche brumosa..

Ya eran las dos de la madrugada, acababa de salir de mi trabajo, qué agotado me sentía, los pies me pesaban, no tenía móvil por desgracia, y tenía que esperar el bus, que no llegaba, y mientras, la noche y esa dudosa calma nocturna me invadía. Decidí caminar lentamente, a modo de que si no llegaba algún transporte, tarde o temprano llegaría a casa.
Sinceramente no soy de aquellos valientes que se atreven a enfrentar todos los peligros que se le presenten, prefiero ser un poco más inteligente que eso y resguardarme, entonces caminaba por los rincones, observando alerta en todos los ángulos, las horas se encontraban aburridas, y casi no corrían como esperaba, y ni hablar de las calles, que pareciese se deslizaban para disminuir mi paso y no hacerme llegar nunca.
La luna silenciosa, iluminaba sólo aquellos escondrijos demasiado apagados, acompañabala el discreto pero agudo sonido de esos voladores de la noche que no pueden pasar desapercibidos. Había trascurrido ya como hora y media desde que empecé mi marcha, y aún no me encontraba ni a mitad de camino; una especie de miedo inquietante comenzaba a invadirme, trataba de controlarme y no dejarme llevar por la sensación, pero era inútil.
No podía creerlo, ya me estaba acercando a mi departamento, tan sólo faltaban calles, me sentía más tranquilo; ya llegando a la esquina, y cuando pensaba que todo estaba en orden, un susto espeluznante me invade. En un rincón de la calle, se encontraba tendida una chica, el pelo totalmente desparramado, como muerta por lo que pude notar, y más aún el panico enardeció en mí, en el momento en que me percate de la presencia de un hombre junto a ella, con algo brillante en la mano, no sabía qué hacer, mis piernas no las podía controlar y empezaban a temblar, tenía que actuar rápido.
Corría desesperadamente sin dirección alguna, cuando por fin mis miembros inferiores lograban responder, no entendía lo que pasaba, mi mente no lo asimilaba, mi corazón se encontraba descontroladamente acelerado, bombeando litros de sangre; el hombre que resultó tener un puñal en la mano, ahora corría tras de mí, con una mirada punzante, queriéndome dar el mismo destino de la muchacha.
Señor! por qué permites que me pase esto, repetía yo dentro mío, gritando para mis adentros, sin esperanza de ser auxiliado; yo no pedí presenciar esa escena tan horrible y espantosa, y ahora me encuentro pagando mi desdichado papel de testigo, perseguido por un psicópata que me mira friamente tratando de eliminar esta evidencia que hulle despavorido de él.
Habrían pasado diez minutos de mi venturosa maratón, aún no podía explicarme porqué no ingresé a mi casa cuando pude, obviamente mi cerebro no respondía, y sólo mi instinto pudo guiarme hasta ese momento. Ya el dolor y el cansancio era insoportable, mi vista se comenzaba a nublar, y eso me aterraba, no quería imaginar lo que pasaría si me detuviese, él aún seguía tras de mí, cuan lobo hambriento corriendo a su presa.
Llego el momento en que ya no pude, sabía que mi cuerpo no respondería mas que algunos pasos más, y ya casi tambaleando, me precipité hacia unas calles muy inclinadas, me dejé llevar por el peso de mi cuerpo, hasta que tropecé, y caí al suelo; empecé a rodar, todo me daba vueltas, mis sentidos se cohibían, los golpes que recibía duramente del suelo, ya traspasaban las barreras del dolor, y lentamente todo se desvanecía en mi mente.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Historia de Juan

Esta historia llegó a nuestras manos el día de hoy, es un relato bastante interesante, ponemos un seudónimo porque esta persona deseo que se conserve anónima su identidad, es ya de avanzada edad. La pulimos de la mejor manera para su mejor deleite.

Siempre iba a pescar a ese arroyo, está cerca de casa, era tan relajante sentarme en la orilla y escuchar el susurro de las aguas chocando contra alguna piedra a lo lejos, me sumía en ese sonido. Siempre acompañado del vaivén de las hojas de los árboles, y el contoneo de sus ramas. Este deporte es sólo para gente con paciencia, hay que dejar todo de lado en el momento de tirar el anzuelo y esperar lo más pasivamente, la llegada de algún magnífico pez que aún se encuentre absuelto del conocimiento de la caña de pescar.
Nunca tenía apuro alguno en retirarme de aquel lugar, aún cuando ya no quisiese pescar, me quedaba un poco más allí sentado, hasta el atardecer. No sé a ustedes, pero a mí me encanta el atardecer, justo en el preciso momento donde el Sol asoma ya los últimos rayos, me invade un profundo sentimiento de nostalgia y melancolía, que me sume en un estado de quietud total.
Y bueno, era una tarde más cuando me encontraba en mi lugar habitual del arroyo, todo trascurría de lo más rutinario, siempre peleándome con el anzuelo para que agarre bien a la carnada. No imaginaba siquiera que ese día no sería uno más, pero también, como habría de imaginarmelo. Pasaban las horas, disfrutaba como siempre del viento, del sonido del agua, esperando ansioso el jalón de mi caña. Y fue justo en ese momento, aún no me iba, estaba allí sentado aguardando a algún pez, no había pescado nada esa tarde, y el Sol, cumpliendo rutinariamente su papel, lentamente recojía sus rayos, para dar paso a la noche, y cuando me encontraba ya casi sumido nuevamente en esa sensación de nostalgia, repentinamente me invadío otra extraña sensación, me sentía un tanto incómodo, algo no era normal; estaba allí sentado, pero no estaba sólo, me sentía observado, me levanté entonces de mi lugar y examiné lentamente a mi alrededor en busca de la fuente de mi inconciente inquietud, y fue ahí cuando lo ví.
Pasaron como diez minutos y yo seguía perplejo, sin poder mover mis piernas, sin pronunciar palabra, y ni aunque hubiese podido, no creo que se me ocurriese decir algo. Mis labios estaban secos, mis ojos ya casi rojos, de no parpadear, y permanecía aquello ahí; no tengo palabra o descripción para explicar lo que era, pero brillaba, estaba flotando como a un metro y medio de mí, a la altura de mi cabeza, permacía absolutamente sin movimiento al igual que yo. No sabía qué hacer, si correr, gritarle, tocarlo, llorar, cuando sentí que me desvanecía.
No sé cuanto tiempo transcurrió desde ese momento, pero aún no se hacía totalmente de noche, así que calculo como quince minutos, mire nuevamente a mi alrededor, ya no había nada, pero lo extraño es que ya no tenía miedo, me sentía mucho más tranquilo que mis momentos de nostalgia con el Sol. No tengo idea de lo que fue, pero lo que puedo afirmar es que no me hizo daño alguno, y me ayudo a abrir un poquito más la mente hacía las cosas que se privan de nuestra naturaleza, y permanecan alejadas.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Sección de Historias de En Busca de lo Real

En este site podremos publicar todo acerca de su experiencias de toda índole, sólo tiene que animarse a escribirnos.
Desde ya principios de la humanidad, llevamos experimentando situaciones comprometedoras. En algún momento de nuestras vidas tuvimos que haber pasado por alguna situación extraña, rara o fuera de lo común, que casi no la compartimos con nadie, o en el mejor de los casos, no la compartimos, por miedo a ser criticados.
Bueno, ya es momento de que rompa ese silencio, aquí podrá hacerlo, y nos cuente eso que tanto tiempo ha llevado en la memoria, guardado, como una especie de archivo con un símbolo de interrogación. Suéltese con nosotros, no será criticado, los comentarios son filtrados para su tranquilidad, y manejaremos todo con absoluta confidencialidad si así lo desee.
La historia que nos relate, aparecerá en el site tal cual usted lo mandó, con correcciones ortográficas o sintácticas si así lo requiera, el contenido de su relato no será alterado en lo más mínimo. Experimentemos juntos, una liberación expansiva de pensamiento. Unite!